¡Compañerito, que así no se hace, no tiene botones el teléfono!, le decia entre risas una familia de mulatos al guardian habanero de john lennon, quien se disponía a sacarles una foto con el celular touch que le pasaron.
De seguro, el smartphone había sido traido de miami o de algún otro lugar del planeta donde la tecnología es más accesible. Porque en La Habana, ni hablar de ver a la gente conectada o chateando en la guagua (micro). ¿Qué iba a saber el viejo más fiel a John Lennon de teclear en una pantalla?
Como fuera, al viejo le daba igual si eran gringos, chinos o cubanos con plata. Sin la presencia de este habanero ignorante en tics, ningún/a turista podía tomarse una foto con el inglés.
Él era su guardián y cuidaba con su vida el objeto más característico de Lennon. Aburrido de que se robaran los lentes, el habanero había decidido ser el vigilante de la estatua.
A las seis de mañana llega a la plaza en la espera de los primeros turistas. Lleva los anteojos en el bolsillo de su camisa. Cada vez que alguien se quiere fotografiar, él se acerca y coloca las gafas en la cabeza de John Lennon.
Y así, se pasa la tarde, paciente y obediente, pero sobre todo útil. Quizás como el modo de ser que le ha implantado el régimen al pueblo cubano.
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