La "Cartagua" de Cuba, primera parte




Si bien Varadero es un balneario "tranquilo", porque está vigilado para proteger el idilio  de los gringos en el Caribe comunista, hay otras playas cubanas que sí son disfrutadas por su gente y visitantes. Moa es una de ellas.
Cuando entré a esa playa, lo primero que vi fue un chancho que se me cruzó  entre las palmeras. En la arena, un grupo cocinaba un asado sin vacuno (allá está prohibido matar vacas, sino te encierran en la cárcel varios años), escuchaban reggaetón y tomaban cerveza. Nosotros, turistas, desentonábamos con esa propiedad natural y obviamente, no pasamos desapercibidos.
Instalamos las toallas y se acercó un borrachito a pedirme que se la regalara. Le dije que lo pensaría. Al segundo apareció un hombre sin piernas, extendió un cuaderno donde habían recortes de prensa. Había estado en la guerra de Angola. One dólar, pedía.
Todavía no terminaba de instalarme cuando se acercó uno del asado que me pidió fuego. Me preguntó de qué país era mi "chico". Somos chilenos. "Ah, pensé que eras cubana, tienes cara de cubana", dijo en serio y se fue.
Estaba quitándome el pareo cuando apareció una masajista (más tarde me pediría llevarla de vuelta al pueblo. En el taxi nos enteramos de la muerte de Hugo Chávez). Yo le había echado el ojo a un moreno musculoso que ofrecía el servicio, pero parece que a mi "chico" no le gustó esa idea y nos pusimos más allá.
Acepté los masajes de Iris. Sólo le pedí que ocupara un aceite de coco artesanal que el día anterior había comprado en el rancho donde hacen paseos por el río Toa. Iris me trató de loca por meterme al mar en esta época. Pero si está tibia el agua y hay 25 grados. Ay no, qué frio, estamos en invierno.
Entre sobajeo y sobajeo muscular me contó que críaba sola a dos niñas y que estaba aprendiendo inglés para poder llegar a más turistas.
Luego me tiré otro piquero y regresé para almorzar en el improvisado casino instalado por los  "cuentapropistas". Aún quedaba vivir la tarde entera en esa Cartagua cubana.








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