Mis huecos ya llenos

Pienso en mi niñez. Sueño con la casa de Gran Avenida. Tocan el timbre, abro la puerta, una pariente está enojada con su hijo. Me parece que exagera diciendo que el adolescente "se porta mal".
Quiero cerrar la puerta y cambiar de sueño. Pero no.
No se puede controlar al incomsciente. Al menos, no por tanto tiempo.

Pienso en mi niñez. En cómo ordenábamos las camas con mi hermana. Me gustaba que el catre quedara bien pegado a la pared, evitar cualquier "hueco" por el que pudieran entrar monstruos.

De grande, descubrí que estaba llena de huecos por donde se colaba la tristeza. Fui zurciéndome de a poco, fui ahunando mis tejidos para sentirme al fin completa. Fue un trabajo auténtico, no me salté dolores. Dejé a la vista las heridas de mi cuerpo y dejé que se curaran poco a poco. Con química medicinal, pero sobre todo con amor. Confié y resultó. Tuve paciencia y, entre medio de la tormenta, incluso, supe estar contenta.

Hoy estoy cansada y no quiero que nadie me regañe por sentirme así. Porque sé queces pasajero. Sé que la alegría ha llenado casi todos los huecos (siempre queda algo por completar ¿no?)

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